THE JIM JONES REVUE: EL ÚLTIMO SERMÓN

18 septiembre, 2014 4:19 pm Publicado por  1 Comentario

Kafe Antzokia, Bilbao

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The Jim Jones Revue. Foto: Alfredo Villaescusa

Ya decía el inolvidable Holden Caulfield en ‘El guardián entre el centeno’ que hay cosas que no deberían cambiar nunca, “cosas que uno debería poder meter en una de esas vitrinas de cristal y dejarlas allí tranquilas. Se podrían citar miles de ejemplos, aunque algunos de ellos tal vez sonarían a mente perturbada, o peculiar por lo menos.

Uno de esos objetos a preservar sería sin duda la esencia del rock n’ roll, aquel estilo primigenio que escandalizaba a bienpensantes y demás meapilas antes de que pasara a formar parte del entramado capitalista y se convirtiera en un mero artículo de consumo igual que las patatas fritas o el agua embotellada. Porque en ocasiones no es necesaria la evolución, sino únicamente más volumen, más madera, como decían los Hermanos Marx en el Oeste.

Aquella noche precisamente la caldera alcanzaba una temperatura sofocante gracias al gentío que hizo caso omiso al fútbol y demás poderes alienantes para acudir a una liturgia rockera que se anunciaba como la última por estos lares. Oficiaba el predicador Jim Jones una eucaristía destinada a ungir a los ricos de espíritu que despreciaban las tentaciones del vulgo y abrazaban la única fe verdadera: el rock n’ roll ortodoxo de Elvis Presley, Little Richards o Jerry Lee Lewis.

Previamente el sacerdote contó con unos monaguillos que respondían al nombre de John J. Presley, unos tipos lúgubres en las antípodas de los protagonistas, entre los que destacaba una teclista andrógina con sombrero y pinta de cortarse las venas. Pese a que no pegaban demasiado, hay que reconocer que su rock alternativo con poso fantasmal tenía cierto punto, ora remitían a Alice In Chains, ora a Mark Lanegan, uno de los grandes apóstoles contemporáneos de las almas taciturnas. Y de vez en cuando estiraban una especie de acordeón para completar el halo sepulcral. Lástima que cuando ya empezábamos a pillarles el rollo tuvieran que marcharse.

En toda ceremonia que se precie hay que procurar elevar los corazones desde el principio y The Jim Jones Revue lo consiguieron con “It’s Gotta Be About Me” y “Never Let You Go”, ambas piezas de ‘Savage Heart’, lo último publicado hasta la fecha. Siguieron dando cancha a lo más reciente en “Shoot First”, a la par que mostraban sus credenciales habituales, esto es, el piano juguetón a lo Jerry Lee Lewis, punteos al tuétano a la vieja usanza o los gritos de desgañitarse en plan Little Richards.

El curilla que mandaba el cotarro andaba sobrado de habilidades para meterse a la parroquia en el bolsillo, con sus movimientos histriónicos deudores de Lux Interior, mandando dar palmas como en una iglesia del Bronx o amoldando la voz hasta ennegrecerse cual uno de esos cantantes de soul de antaño. Y lo mejor de todo, no se trataba de un divo ahí perdido en su torre de marfil, sino que buscaba contantemente el contacto de la muchedumbre, el sudor, el roce de los cuerpos, con perdón. Demasiado para un siervo del dios del rock n’ roll.

Era, como hemos dicho, una gira para despedirse de los escenarios, tras un comunicado en el que anunciaban que dejarían de actuar y grabar a partir de octubre. Pero que le quiten lo bailao, han sido siete años de frenetismo, energía a raudales y shows de esos que te entran ganas de pegar fuego al garito, de los que hacen afición y te hacen volver, aunque tampoco se ofrezcan demasiadas variaciones entre uno y otro.

En este aspecto el repertorio no cambió demasiado desde la última vez que les vimos, hubo tiempo para el bailoteo rockabilly y cosas más herrumbrosas como esa peculiar versión de Sam Cooke “Chain Gang”, que suena igual que si la interpretara la coz cantante Tom Waits, o el momento para interactuar con la congregación en “7 Times Around The Sun”, donde varios miembros dejaron los instrumentos para ponerse a dar palmas con tanta profusión que parecían inspiradas por el Altísimo.

Los buenos oradores son aquellos que saben insuflar a sus discursos cierto sentido del ritmo que evita que decaiga la atención y mantienen el suspense hasta el final, una técnica que dominaba a la perfección el párroco de esta sesión nocturna, ya sea cortando temas abruptamente para que se elevaran las salvas de aplausos o espoleando a la multitud en furibundos ‘yeahs’. Un maestro del tempo, en definitiva.

Las hostias consagradas llegaron con los himnos “Rock N’ Roll Psychosis” y “Killing Spree”, que pusieron al mar de fieles a agitar caderas como si no hubiera un mañana. Fue una estampa impresionante, lo mejor del bolo, con Jones graznando a lo Little Richards y los señores mayores de las primeras filas montando pogo, lo nunca visto. Qué dirían sus hijos si los vieran.

Tras un breve intervalo volvieron por todo lo alto con “Dishonest John”, donde elevaron mástiles al aire, e incitaron a comulgar de nuevo con el rock n’ roll de piano saltarín de “512”, con el teclista a punto de descoyuntarse y el Padre Jim rindiendo homenaje a su pericia. Otro de los cánticos imprescindibles en esta peculiar iglesia era el “A Big Hunk O’ Love” de Elvis Presley, ideal para restablecer la fe de los incrédulos antes del apabullante “High Horse”, otro motivo más que suficiente para ingresar en el culto.

Y así en la tierra como en el cielo, Jim Jones terminó de reinar con “Princess & the Frog”, elevando la guitarra como ofrenda a los dioses tras el último sermón y dedicando un sonoro “hasta siempre” a la entregada hermandad allí congregada. Una manera bastante digna y elegante de colgar los hábitos. Amén.

 TEXTO Y FOTO: ALFREDO VILLAESCUSA

Redacción
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1 comentario

  • pedro luna dice:

    pues se sepearn sin poderlos ver en directo....no tiene nombre joder! eso es energía pura en un grupo....una pena pq es de lo mejor en los últimos 10 años

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