THE TRIPWIRES: ESTUDIANTES GRATIS

24 septiembre, 2014 3:48 pm Publicado por  1 Comentario

The TripwiresKafe Antzokia, Bilbao

En la novela ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley cuando algún personaje se sentía deprimido tomaba ‘soma’, una droga que curaba sentimientos negativos y proporcionaba el mismo placer evasivo del alcohol, pero sin sufrir sus terribles secuelas a la mañana siguiente. Así describían en la obra las dosis preceptivas: “Medio gramo para una de asueto, un gramo para fin de semana, dos gramos para viaje al bello Oriente, tres para una oscura eternidad en la Luna”.

Hay música que provoca en el espíritu un similar efecto embriagador y te recorre por dentro una inefable sensación de bienestar, de dicha absoluta, que casi dan ganas de irse corriendo a salvar ballenas, apuntarse a una ONG, echar una mano a los pobres negritos hambrientos llenos de moscas o cualquier otra actividad altruista que te haga quedar ante el personal como el más solidario del mundo mundial. Viva el buenrollismo. Paz y amor.

Esa es la actitud que desprenden sin duda The Tripwires, todo un supergrupo de Seattle con miembros de Mudhoney, Young Fresh Fellows o The Model Rockets, una reunión de veteranos capaces de soportar el encaje de bolillos necesario para poder realizar una gira debido a sus apretadas agendas. Eran unos tipos peculiares, parecían aquellos parias que se sentarían en el comedor separados de los demás, esos a los que fijo tratarían de encerrar en las taquillas en su época de instituto.

El bolo tenía lugar en el segundo piso del Antzoki bilbaíno, un reducido espacio con cierto aire de habitación friki, pero con bastante más glamour, con cacahuetes y pastelitos de picoteo. Entre los congregados predominaban las gafas de pasta, aunque seguramente el grueso del personal pertenecería al grupo de los curiosos, los que no tenían mejor plan para una noche de principios de semana, esos momentos en que el exterior se asemeja a un paisaje postnuclear y casi ningún alma se atreve a pasearse.

Fue escuchar las primeras notas de The Tripwires y desbordarse el tarro del almíbar, el soma comenzaba a surtir efecto con una rapidez pasmosa en “Sedan Production” y “Get Young”, pieza que da título a su nuevo álbum, producido, como no podría ser de otra manera, por Jack Endino (Nirvana, Soundgarden). El optimismo desaforado también se sentía en “I Hear This Music”, con cierto aire a Pixies y unas melodías que enseguida te metían en una burbuja en la que nada malo podría pasarte, una ensoñación anfetamínica que inhibía cualquier pensamiento tenebroso.

La verdad es que se estaba bien en su mundo, con coros dulzones a lo Beatles o Cheap Trick, sonido cristalino sin apenas distorsión y unos tíos que eran casi la antítesis de la pose y los excesos del rock n’ roll, unos pobres hombres que pasaban de la fama y demás tonterías a los que los fans apenas se les acercaban, sino que eran ellos mismos los que tenían que arrimarse a ellos. Pero simpáticos, eso sí.

Dieron un repaso considerable a su último largo, con cantos tan optimistas como “You Have A Bell”, una suerte de oda al amor quinceañero y a esas experiencias que descolocan por completo. Y al igual que dichas cosas, eran tan fugaces que cuando terminaban apenas te enterabas, los temas de un par de minutos se concatenaban unos con otros, por lo que el puntillo inicial se convertía en un colocón en toda regla y no se vislumbraba que se fuera a atenuar por lo pronto.

Aparte de los tres discos editados hasta el momento, incluyeron también en el repertorio, a petición de los fans, como nos comentaron posteriormente, “Hitchhiker Jane” de The Model Rockets, el grupo más relevante del voceras y principal compositor John Ramberg. Este señor era el que llevaba básicamente en directo el peso del grupo y que entre sus seguidores ha sido calificado como el ‘Paul McCartney de Seattle’ por su gusto para componer piezas en apariencia perfectas y sin otra pretensión que pasar un buen rato.

Hay que admitir que lo suyo era la banda sonora ideal para el comienzo del curso, la vuelta a la rutina después de las vacaciones, un halo nostálgico de caída de hojas en otoño que dibujaba en el rostro una mueca agridulce, igual que aquellos deseos olvidados que se escurrieron entre las manos por inercia y falta de interés. “Big Electric Light” resumía con claridad ese estado de ánimo, la luz artificial que anima a seguir adelante aunque en realidad su brillo de cerca tampoco sea para tanto. Un motivo para levantarse.

Estar achispado no suele ser algo que se prolongue durante horas y horas, una de dos, o disminuyen los efectos, o se entra en la fase de decadencia, así que a veces es mejor parar antes de acabar vomitando tirado en un portal. En esa línea de pensamiento se encuadrarían el par de bises que nos regalaron antes de recogerse al hotel por ser incapaces de hallar nada abierto por estos lares entre semana.

Y qué mejor apuesta que uno de los cortes para despedirse fuera “Waiting For The Snow”, que simboliza ese proceso de transición entre verano y otoño, entre juventud y madurez, el acto de guardar en la memoria para siempre los besos dubitativos, las manos que palpan con disimulo, los primeros cigarrillos a escondidas y esa época de bon vivant en las aulas. En algunas fechas de la gira incluso los estudiantes tenían entrada gratis. Con esta música debería ser lo más normal del mundo.

 Texto y foto: Alfredo Villaescusa

Redacción
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1 comentario

  • Juandie dice:

    Quizás no me suenen para nada estos TRIPWIRES pero después de leerme dicha crónica en tierras vascas uno se da cuenta del rollo del que tiran estos músicos con pintas de papis más que de rockeros melenudos como yo.Habrá que escuchar algo de dicha banda por ahí!!!

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